La naturaleza es sabia y nos da una lección de amor. En cuanto el bebé nace, es capaz de gatear desde el abdomen de la madre hacia el pecho en busca de su alimento. Este encuentro maravilloso ocurre en la primera hora del nacimiento, durante el cual, la madre y el bebé se reconocen, ella le da calor, amor, protección y le ofrece el mejor regalo para toda la vida, la leche materna. Él recibe su mejor alimento, succiona ansioso y duerme plácidamente. El amamantamiento propicia el fortalecimiento del vínculo afectivo madre e hijo, tras el contacto piel a piel en esa primera hora de nacido.

La primera leche que fluye es el calostro, conocido también como el “oro líquido”, porque ayuda a madurar el intestino del bebé, protegiéndolo contra infecciones y alergias; es rico en anticuerpos y por eso se le conoce como la primera vacuna. Además, es rico en Vitamina A que ayuda a proteger la visión y a disminuir las infecciones, es laxante y ayuda a prevenir la ictericia, es decir, que la piel se torne amarillenta; y viene en pequeñas cantidades porque así lo requiere la especie humana.

Iniciar la lactancia materna durante la primera hora de nacido del bebé y practicarla en forma exclusiva por seis meses, puede salvar a más de un millón de bebés.

La leche materna es el mejor y único alimento que una madre puede ofrecer a su hijo tan pronto nace, no sólo por su contenido nutricional, sino por su contribución emocional, ya que el vínculo afectivo que se establece entre la madre y el bebé, constituye una experiencia singular e intensa.

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